A pesar de que la puntuación sea materia un tanto elástica, conviene tener en cuenta las susodichas reglas y adaptarlas luego a nuestro temperamento. Lo que no puede hacerse en modo alguno es despreciarlas en absoluto.
Estos pequeños signos -puntos y comas-, intercalados en la escritura, son a modo de hitos que ayudan a nuestra mente a seguir el pensamiento del que escribe. Pruébese, por ejemplo, a suprimir en una página literaria todo signo de puntuación. Inténtese después, la lectura: comprobaremos que cuesta gran trabajo seguir el hilo del discurso.
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