miércoles, 16 de mayo de 2007

Introducción

El lenguaje es un instrumento esencial de la inteligencia humana. Nos permite comunicarnos con nuestros semejantes, intercambiar ideas, reflexiones, información y conocimiento. Con el lenguaje podemos hablar de quiénes somos, cómo somos y qué nos interesa, de lo que deseamos, soñamos y conocemos.

Las maneras con las que nos manifestamos a través del lenguaje son al menos tres: la forma oral, la escrita y la llamada comunicación no verbal. Cada una sólo es funcional en la medida en que se conocen y se comparten los significados de los signos utilizados como códigos.

Suele ocurrir que, con la costumbre tan arraigada que tenemos a nuestra manera de hablar, no nos percatamos de la estructura subyacente en el lenguaje, tan natural pero a veces tan mal usada y peor escrita.

El escritor Héctor Orestes Aguilar afirma, en un artículo publicado en el suplemento cultural del diario Reforma, que: “Escribir bien depende de un trato familiar y prolongado con el lenguaje, especialmente con el lenguaje literario; un conocimiento concienzudo y flexible de la gramática de la lengua; claridad de pensamiento y capacidad expresiva para formular por escrito lo pensado; un gran oído para captar el habla cotidiana y recursos para reproducirla por escrito; ejercitar la escritura con un propósito estético (en nuestro caso académico), y sentido del humor”.[i]

Escribir bien es una habilidad que tiene una gran conexión con nuestros hábitos de lectura, pues éstos se ven reflejados en lo que escribimos. Dicho de otra manera: escribimos mejor cuanto mejor –y más- leemos.

De acuerdo con un reportaje de primera plana publicado en el citado Reforma, titulado “Educan maestros… y no leen”, 28 de cada 100 profesores de nivel primaria reconocieron no leer más de ¡dos libros al año!, y esos escasos libros tratan sobre todo de temas acerca de su labor docente y, en menor medida, sobre literatura.[ii]

El panorama anterior, desafortunadamente me sospecho, no mejora demasiado con respecto a los profesores de bachillerato. Este curso tendrá mejores resultados si genera una mejora en los hábitos de lectura de nuestros profesores y en consecuencia en los de su escritura.

[i] De León, Beatriz, ¿Cómo descubrir el talento literario?, Diario Reforma, El Ángel, 18 de febrero de 2007, página 4.
[ii] Reforma, 28 de febrero de 2007.

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